Una chica de olas gigantes

Su adolescencia transcurrió en Buenos Aires. Nunca le costó mucho la secundaria, prestaba la atención necesaria y no tenía que poner tiempo extra para las pruebas. Sólo quiso terminarla para salir de viaje.
"Ahorré lo suficiente para un pasaje a Boston. Trabajé en un restaurante, hice amigos nuevos, mejoré el inglés medio precario que tenía. Después fui a Europa y terminé en New York", relató la surfista.
Con dieciocho años volvió a su casa, pero sentía insatisfacción: "Quería saber cuál era mi lugar en el mundo, cual era mi pasión. Empecé a estudiar dirección de cine, medio por descarte. Mientras, vendía correas de cuero para guitarras y carteras que hacía artesanalmente", contó Meti.
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Luego vino el amor. "Me enamoré de un hombre mayor que yo, me metió los cuernos y mi mundo se derrumbó. Estaba triste y metida dentro de mi, una amiga que se había ido de vacaciones me dijo: -venite a Brasil", y así fue.
"No sé porque me llamó la atención eso del surf. Le pedí prestada la tabla a un amigo, y sin saber nada, traté de remar y pasar la rompiente, me caía para los costados, era una licuadora. La tortura más dulce de mi vida. Me dolían los brazos, las piernas, no me daban los pulmones (esos puchitos que terminé dejando), pero algo cambió desde ese día", relató la joven.
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Volvió a Buenos Aires para terminar la carrera de Cine. Lo único que quería era agua, sal, la sensación de bajar una ola y mezclarme con la naturaleza, "ser parte de la velocidad del mar, la adrenalina en mis venas, la sonrisa en mi cara. Empecé a escaparme a Mar del Plata, en pleno invierno muerta de frío, los personajes marplatenses me mostraron su mar, me prestaron los trajes de neoprene, su paciencia, sus experiencias. Mi voracidad me llamaba por olas más grandes, menos frías. Mi familia estaba segura que había enloquecido. Pensaban que el surf era una droga que me lavó la cabeza", ríe mientras continúa con su historia.
"Después fui a Costa Rica, trabajé de camarera, aprendí a surfear olas más grandes y poderosas. Miraba cualquier video de surf y revista que se me cruzara. Veía que las mejores olas estaban en Indonesia y Hawai. Enfoqué mi deseo. Pensaba que ir a esos lugares era algo que le sucedía a otra gente, no a mi, ¡una chica de Argentina!"
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Luego compró un pasaje a Australia donde trabajó en construcción. Meti recuerda que un día una mujer fue al hostel en donde vivía y le dijo si "conocía a algún chico que quiera trabajar en la remodelación de mi casa. Yo no soy hombre, pero soy surfista, y tengo músculos en mi brazos.
Me dijo que su marido la iba a matar, pero empecé al otro día". Frente a un terreno lleno de lomas, bajo el sol de Sydney, terminó de comprender lo que es poner el lomo para ganarse el pan. Siguió ahorrando lo suficiente para irse a Bali, Indonesia, su gran sueño: "Vi las olas más verdes y tubulares, una cultura tan diferente, muchos rituales, sonrisas, gente amistosa que amaba a Maradona". Cuando se terminó el efectivo volvió a Australia a trabajar duro. Juntó otra vez plata y se fue a Honolulu: "Desde el momento que respiré el aire hawaiano supe que sería mi hogar, sentí que la isla me abrazaba y contenía. De a poco empecé a animarme a surfear sus olas. Terror y pasión al mismo tiempo. Me llevé los sustos de mi vida, varias veces pensé que me ahogaba. Conocí gente impresionante que de a poco se convirtió en mi Ohana (palabra hawaiiana para familia). Una vez escuché a una mujer decir que Hawaii es un lugar al que uno viene a curarse", contó Meti a 24CON.
Su vida está dando una nueva vuelta de tuerca.En el último año se dio cuenta que quiere surfear olas gigantes, una modalidad dentro del surf donde unos pocos deportistas en el mundo siguen tormentas con olas grandes a través de los océanos y encaran los mares más pesados. Para eso hay que entrenar muy duro cada día ya que el nivel físico tiene que ser alto para poder aguantar abajo del agua en caso de fuertes caídas. "Corro una hora en la arena, nado o buceo, remo larga distancia en mi tabla o hago clases de Bikram Yoga. Cada día es una aventura aprendiendo más de mi cuerpo y rendimiento y confiando que el camino se me va a abrir nuevamente para poder hacer este nuevo sueño realidad. No cuento con sponsors, y mi objetivo a corto plazo es conseguir el apoyo de una marca para tener el equipo y la estructura necesaria para poder hacerme un nombre en el surf de olas grandes", relató entusiasmada.
Hay muy pocas mujeres en el Mundo que se dedican a esto, son solo tres y Meti quiere ser la cuarta. Su deseo es poner a la Argentina en el mapa del surf mundial femenino: "No podría ser más feliz, porque hago lo que amo. Nunca hubiera imaginado siete años atrás que iba a hacer surfista, que iba a recorrer los lugares más remotos buscando olas perfectas y que iba a terminar viviendo en un paraíso rodeada de tanta gente que adoro. El sacrificio es grande, ya que extraño mucho a mi gente, pero los llevo en mi corazón y no pierdo contacto. La ganancia por serme fiel es infinita. No cambiaría mi vida por nada del mundo, al menos que Dios tenga nuevos planes para mi", contó la muchacha.
¡Aloha! Meti Maidana
http://metimaidana.blogspot.com
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